…volver a empezar. A vivir como si la vida
fuera “normal”. Responder con una sonrisa cuando la vecina te pregunta: ¿y
vosotros? ¿No queréis hijos? Y seguir andando con la mirada al frente y el
corazón encogido.
Volver a correr. Y sentir como en cada
zancada se cae un peso, como las piernas se vuelven ligeras, como los pulmones
se llenan de aire. Recuperar el cuerpo que durante semanas no fue mío. Notar como
la sangre bombea. Y saltar. Y ahuyentar las sombras en cada salto.
Volver a luchar sin querer luchar. Por pura
supervivencia. Y meter en un cajón la carpeta en la que guardamos resultados,
recetas y ecografías. Y de repente olvidar. Olvidarlo todo. Hasta que llega la
noche. Y entonces volver…
…volver a la angustia y el miedo. A las
preguntas sin respuesta. Al abismo de lo desconocido. A la impotencia de
convertir lo natural en milagro. A la negación y las lágrimas.
Es todo tan absurdo.
Cuando era pequeña no jugaba con muñecas.
En la adolescencia juraba y perjuraba que
nunca tendría hijos, que lo que yo quería era viajar.
Con las primeras parejas no encontré nunca el
compañero que buscaba.
Pero llegó Él.
Con su sonrisa y sus manos. Su inocencia y su
madurez. Su alegría y sus mañanas de mal humor. Y como quién no quiere, lo
empezamos a querer. Como algo lógico. Un hijo, una familia. Y ese deseo,
seguramente, nos salvó…
Nos lo dice Doc al día siguiente de la beta
negativa. “Eres muy joven pero tienes suerte (sic) de haber empezado pronto la
búsqueda. Aunque estás bien, podrías estar mejor. Y dentro de unos años no
sabemos lo que nos habríamos encontrado”.
Y le miro. A Él. Y por primera vez los 10
años que nos separan son una buena noticia. Nuestra búsqueda empezó cuando Él
cumplió los 38. Por aquello de ser “un padre joven”. Yo, seguramente, habría
esperado…
Ahora vuelven las palabras de Doc, como el
estribillo pegadizo de una canción. La suerte, que rara es… que relativa.
Pd.- Doc nos recomienda volver a empezar
después del verano. Histeroscopia y FIV. Su conclusión: seguir intentándolo
hasta conseguirlo. O hasta que el corazón aguante.